Más allá del balance en sus cuentas de resultados, la estrategia ESG (medio ambiente, social y de gobernanza) de las empresas empieza a marcar una diferencia competitiva en sus actividades económicas, influyendo en la sostenibilidad de sus negocios en el medio y largo plazo.
La exigencia de incluir sensibilidades y necesidades de ‘stakeholders’ o grupos de interés cada vez más amplios; elaborar mediciones basadas en factores ESG, que se puedan también traducir y replicar en los estados financieros de las compañías, y homogeneizar los indicadores y estándares para establecer comparativas más objetivas entre compañías del mismo sector —e incluso de diferentes industrias— son algunos de los desafíos que enfrentan los entornos corporativos para consolidar sus estrategias en este campo.