El avance hacia la ciudad “inteligente” es imparable y se calcula que en 2020 habrá más de 50.000 millones de dispositivos conectados a internet y, entre ellos, nos encontraremos que un gran porcentaje serán aeronaves no tripuladas.

Pero no hace pensar en el futuro ya que hoy en día ya nos encontramos muchos, muchísimos más drones de los que pensamos y concentrados, indudablemente, en los grandes núcleos urbanos.

Esto en un futuro cercano nos ahorrará atascos, mejorará la movilidad, la rapidez de entrega de paquetes, pero también habrá que protegerse del uso mal intencionado de estas aeronaves.

Los cañones, bazucas, pistolas y demás tipos de inhibidores de drones son altamente útiles para acabar con la amenaza, pero al igual que acaban con la frecuencia del dron, acaban con lo demás que encuentran por el camino. En contra de lo que nos hacen creer no vale con disparar y amenaza eliminada. El proceso es más complicado.

El uso de estas contramedidas debe ser cuidadosamente planeado. ¿Cuál es el modelo? ¿Cuál es la velocidad del dron? ¿Cuál es la carga máxima permitida? ¿A qué frecuencia de radio se controla? Todo este análisis e información debe estar disponible con una rapidez que se aproxime a la del tiempo real. Esto se debe a que, en caso de emergencia, sólo quedan unos segundos para tomar la decisión correcta e introducir las contramedidas defensivas adecuadas.

 

Imagen | xdrone

¿Esto a que se debe? Que cuando derribamos un dron con estas herramientas las frecuencias que hay alrededor se ven interrumpidas al tratar de inutilizar el aparato y esto puede ser inofensivo o acarrear graves consecuencias, depende de qué o quién se encuentre por el camino.

Los inhibidores son por tanto una medida efectiva en parte, no porque no cumplan su cometido a la hora de acabar con la aeronave no tripulada, sino porque pueden perjudicar seriamente a la población y esto, en ciudades cada vez más conectadas puede suponer grandes inconvenientes para la vida diaria.

Negar el avance y la utilidad de estos es imposible, pero hay que buscar medidas para controlar y monitorizar tanto a los drones como a sus operadores que no interfieran en la vida diaria de las personas y garanticen su seguridad y la de las infraestructuras.